Lecciones para recordar: lo que sentimos el 11 de septiembre de 2001
28 de junio de 2018
Por Dean I Weitzman, Esq.
COMPARTIR:
9/11.
De alguna manera, hoy hace ocho años que los terroristas atacaron Estados Unidos en Nueva York, Washington y Shanksville (Pensilvania).
Aquel espléndido día de finales de verano del 11 de septiembre de 2001, vimos cómo las torres gemelas del World Trade Center eran alcanzadas y finalmente derribadas por aviones comerciales secuestrados llenos de gente inocente. Vimos cómo un tercer avión secuestrado se estrellaba deliberadamente contra el Pentágono. Y supimos de un cuarto avión secuestrado que se dirigía hacia otro objetivo en D.C. cuando sus pasajeros se negaron a sucumbir a sus secuestradores y se defendieron en el avión condenado. Cuando los pasajeros intentaron alcanzar a los secuestradores, éstos estrellaron el avión contra el suelo en las afueras de Shanksville, Pensilvania, sin alcanzar nunca su objetivo.
Fue un día irreal en la historia de nuestra nación, lleno de tragedia, horror y miedo.
Al mismo tiempo, fue uno de nuestros mejores días, ya que nos unimos como nación, no como neoyorquinos, tejanos, pensilvanos y demás, sino como estadounidenses todos. A pesar de nuestras lágrimas y nuestro dolor, nos unimos y nos ayudamos unos a otros, en nuestros pueblos, en nuestras ciudades, más allá de nuestras fronteras estatales, para enviar ayuda, suministros y voluntarios a Nueva York y Washington D.C., y para encontrar un terreno común en nuestras comunidades, a pesar de nuestras diferencias pasadas.
En todo Estados Unidos, ondeamos banderas estadounidenses fuera de nuestras casas. Salimos a la calle y hablamos con nuestros vecinos. Abrazamos a nuestros hijos y seres queridos más a menudo. Éramos más amables con los desconocidos y más civilizados entre nosotros. Éramos verdaderamente una nación.
Mucha gente dijo que los terroristas pensaron que desgarrarían nuestra nación al llevar a cabo los devastadores atentados del 11 de septiembre de 2001, pero en lugar de ello aprendieron que sus ataques nos unieron más de lo que cualquier discurso político o programa de educación cívica podría haber logrado jamás. Nunca se dijeron palabras más ciertas.
Pero cuando Estados Unidos inició las guerras de Irak y Afganistán en nombre de la lucha contra el terrorismo y para librar a Irak del dictador Sadam Husein, esos sentimientos de unión y unidad nacional empezaron a deshilacharse y a desvanecerse. La muerte de miles de soldados estadounidenses y aliados hizo eso, y sigue haciéndolo.
Hoy, mientras recordamos la muerte de las más de 3.000 víctimas de los atentados del 11 de septiembre y de los casi 5.000 soldados estadounidenses que han muerto hasta ahora luchando en Irak y Afganistán, es un buen momento para reflexionar sobre lo que nos ha ocurrido desde nuestro moderno día de infamia en 2001.
En lugar de unirnos como nación, volvemos a estar sumidos en disputas políticas y civiles sobre todo tipo de asuntos, desde la economía a la sanidad, pasando por las dos guerras.
Ha sido agotador. Ha sido agotador. Y no nos está ayudando.
Es hora de honrar de nuevo a todas las víctimas del 11 de septiembre recordando cómo éramos todos como nación en los días y semanas y meses posteriores a los atentados. Es hora de devolver ese sentido de civismo, respeto, unión y fuerza que todos encontramos juntos después de que cayeran las torres, después de que fuera alcanzado el Pentágono, después de que los héroes del vuelo 93 de United Airlines obligaran a sus secuestradores a estrellar su avión en un campo de Pensilvania.
Es hora de recordar esos sentimientos y trabajar para recuperarlos, por nuestra nación, por nuestro mundo, por los demás.
Volvemos a necesitar ese mismo civismo y respeto mutuo cuando nos enfrentamos a los retos que tenemos ante nosotros como nación, desde abordar la atención sanitaria hasta volver a encarrilar nuestra economía, pasando por poner fin a las guerras en las que nuestra nación se encuentra inmersa en Irak y Afganistán.
Nos debemos ese tipo de esfuerzo los unos a los otros, a nuestra nación y a todos los que ese día nos enseñaron lo que realmente se siente al volver a ser estadounidenses. Fue una lección que podemos devolver si lo intentamos.